Cajón desastre

Doble rasero en la condena de conflictos internacionales

En Occidente, la condena de conflictos internacionales no sigue un criterio uniforme. La opinión pública responde de forma contundente ante algunas guerras, mientras que otras, sobre todo las protagonizadas por países aliados o próximos, reciben un tratamiento más tibio.

Esta disparidad refleja cómo los medios de comunicación moldean la percepción social y cómo los intereses económicos y culturales condicionan la capacidad de condena.

Doble rasero en la condena de conflictos internacionales

Cuando estallan crisis en países alejados de la esfera occidental, la reacción suele ser inmediata: titulares de impacto, imágenes dramáticas y declaraciones políticas que condenan la violencia. La distancia geográfica y emocional facilita una postura moral inequívoca. El discurso se centra en la solidaridad y en la defensa de los derechos humanos, sin que entren en juego vínculos estratégicos o económicos que compliquen la narrativa.

Doble rasero en la condena de conflictos internacionales

Silencios ante los abusos de países aliados

El panorama cambia cuando los responsables de violaciones de derechos humanos son naciones cercanas a Occidente o socios estratégicos. Aquí los medios suavizan el lenguaje y los gobiernos optan por matices o silencios. Lo que en otros escenarios se califica como “invasión” o “crimen de guerra” pasa a describirse como “operación militar” o “daños colaterales”. La cercanía geopolítica y la dependencia comercial pesan más que la coherencia ética.

El papel de la opinión mediática

La agenda informativa determina qué conflictos se convierten en tema de debate público. Los medios actúan como filtro, otorgando visibilidad a unas guerras y minimizando otras. Cuando las portadas se llenan de imágenes de víctimas, la indignación ciudadana se dispara. Pero si la cobertura es escasa o parcial, la reacción social se diluye. La opinión pública, en gran medida, responde a lo que se le muestra.

Ética y coherencia pendientes

El doble rasero en la condena internacional plantea un reto ético: la defensa de los derechos humanos no puede depender de la bandera del agresor ni de la cercanía cultural o económica. Tanto medios como gobiernos deben asumir la responsabilidad de aplicar los mismos principios en todos los escenarios de violencia. Solo así se evitará que la empatía global quede a merced de intereses políticos.

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