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Palestina, sola ante el mundo: el silencio incómodo del mundo árabe

Durante décadas, el pueblo palestino fue la causa común que parecía unir a un mundo árabe profundamente dividido.

Desde la Nakba de 1948 hasta las sucesivas guerras, ocupaciones y ofensivas, Palestina simbolizó la lucha contra el colonialismo, la dignidad árabe y el derecho a la autodeterminación.

Palestina, sola ante el mundo: el silencio incómodo del mundo árabe

Sin embargo, en los últimos años, ese respaldo ha menguado, y la solidaridad con los palestinos ha pasado más del discurso a la indiferencia diplomática. Hoy, cuando más necesitan apoyo real, el mundo árabe guarda silencio o incluso colabora con quienes los oprimen.

Palestina, sola ante el mundo: el silencio incómodo del mundo árabe

De bandera común a abandono estratégico

La causa palestina fue durante décadas un símbolo panarabista, usada tanto por regímenes autoritarios como por movimientos revolucionarios, islamistas o laicos. Egipto, Siria, Irak, Jordania, Arabia Saudí… todos proclamaban su compromiso con la liberación de Palestina. Pero, con el paso del tiempo, el pragmatismo geopolítico se impuso.

Hoy, muchos de estos países han normalizado relaciones con Israel sin que se resuelva el conflicto palestino. El ejemplo más claro son los Acuerdos de Abraham (2020), a través de los cuales Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Marruecos y Sudán establecieron vínculos diplomáticos y comerciales con Israel, rompiendo el tradicional consenso árabe que condicionaba esa normalización al establecimiento de un Estado palestino viable.

Este cambio de prioridades revela una desconexión cada vez mayor entre los gobiernos árabes y la causa palestina. Mientras sus dirigentes priorizan alianzas económicas, tecnológicas o de seguridad, millones de palestinos siguen viviendo bajo ocupación, en campos de refugiados o en el exilio.

Una división religiosa que no ayuda

Aunque la mayoría de los países árabes son de mayoría suní, y la mayoría de los palestinos también lo son, esto no ha bastado para garantizar un respaldo sólido y duradero.

Paradójicamente, algunos de los apoyos más firmes que ha recibido Palestina provienen del eje chií —como Irán o Hezbolá—, lo que ha generado tensiones y desconfianza en los países suníes. Por ejemplo, el respaldo de Teherán a Hamás o la Yihad Islámica es visto con recelo por monarquías del Golfo, que temen el crecimiento de la influencia iraní más que la continuación del sufrimiento palestino.

Además, las luchas internas entre facciones palestinas (Fatah en Cisjordania y Hamás en Gaza) han fragmentado aún más el frente común, alimentando la pasividad de los gobiernos árabes, que justifican su inacción alegando la falta de unidad entre los propios palestinos.

La calle árabe, más firme que sus gobiernos

A pesar del distanciamiento oficial, en muchos países árabes la población sigue solidarizándose con el pueblo palestino. Protestas masivas, boicots a productos israelíes, campañas en redes sociales y apoyo humanitario demuestran que la causa sigue viva en la conciencia colectiva.

Sin embargo, estas muestras de apoyo popular rara vez se traducen en políticas concretas. En regímenes autoritarios donde la opinión pública tiene poco peso, las muestras de solidaridad se limitan al ámbito simbólico o reprimido. Incluso algunos países han prohibido manifestaciones pro-palestinas, temiendo que deriven en críticas hacia sus propios gobiernos.

Palestina: símbolo abandonado

El pueblo palestino está hoy más aislado que nunca. Mientras Israel refuerza sus lazos diplomáticos y comerciales con el Golfo, los refugiados palestinos siguen sin ciudadanía en Líbano o Siria, y Gaza permanece bajo bloqueo.

Aunque algunos gobiernos siguen proclamando su apoyo a Palestina en foros internacionales, rara vez pasan de las palabras a los hechos. Y en un contexto de creciente realineamiento geopolítico, donde el interés nacional prima sobre la solidaridad, Palestina ha quedado relegada a un segundo plano.

¿Traición o realismo?

El silencio del mundo árabe ante el sufrimiento palestino no solo evidencia una crisis de solidaridad, sino también una transformación profunda en las prioridades políticas de la región. Mientras los palestinos siguen pagando un precio altísimo por resistir, muchos de sus hermanos árabes han optado por mirar hacia otro lado, proteger sus intereses estratégicos o, peor aún, normalizar con quienes perpetúan su opresión.

Palestina, que alguna vez fue el corazón simbólico del mundo árabe, hoy late sola. Y su soledad habla tanto de su tragedia como del fracaso colectivo de una región que alguna vez prometió no abandonarla.

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