En las últimas décadas la gestión del suelo en Galicia cambió por completo. Lo que antes era un territorio lleno de huertas, pastos y viñedos hoy es, en gran parte, monte cubierto de matorral, pinos y eucaliptos.
Este cambio explica en buena medida por qué los incendios son cada vez más graves y difíciles de controlar.
Galicia: del campo cuidado al monte que arde
Durante siglos, el campo gallego se mantenía vivo gracias al trabajo de miles de familias. Los prados se segaban, el ganado limpiaba los montes y cada finca, por pequeña que fuese, se cuidaba. Con la emigración y el envejecimiento rural ese modelo se rompió.

Hoy predominan tres problemas:
- Mucho abandono agrario. Muchas tierras ya no se cultivan ni se siegan.
- Propiedad muy dividida. Cada aldea está rodeada de cientos de minifundios, lo que hace casi imposible organizarse.
- Monocultivos forestales. Se llenaron huecos con eucaliptos y pinos, especies que crecen rápido pero que son más inflamables y poco diversas.
El resultado es un paisaje donde casi todo es combustible y donde el fuego encuentra caminos para avanzar sin freno.
Cómo esto influye en los incendios
Un territorio sin mosaico agrícola, lleno de masas continuas de monte, es mucho más vulnerable. El matorral sin controlar arde con facilidad y conecta con árboles más altos. La falta de franjas limpias alrededor de casas y aldeas multiplica el riesgo. Y al haber tantas propiedades pequeñas, la coordinación de la gestión es mínima.
El cambio climático empeora el problema porque añade más días secos y calurosos, lo que convierte cualquier chispa en un incendio peligroso.
Qué se ha hecho hasta ahora
Galicia apostó sobre todo por reforzar los medios de extinción: brigadas, helicópteros y sistemas de emergencia. Eso ayuda a frenar muchos fuegos, pero no soluciona el problema de fondo: el monte cada año tiene más combustible acumulado.
Se han creado bancos de tierras, planes de prevención o proyectos de quemas controladas, pero su alcance todavía es pequeño comparado con la magnitud del desafío.
Qué alternativas hay
Para reducir los incendios Galicia necesita volver a un modelo de monte vivo y diverso, con actividad económica y usos distintos que rompan la continuidad del fuego. Algunas vías son:
- Recuperar el mosaico rural. Cultivar de nuevo franjas de huerta, viñedo o prados alrededor de aldeas y carreteras.
- Agrupar propiedades. Facilitar que los dueños de fincas pequeñas cedan la gestión a cooperativas o agrupaciones que puedan trabajar de forma conjunta.
- Usar el pastoreo. La ganadería extensiva mantiene a raya el matorral y genera empleo.
- Diversificar el monte. Plantar más frondosas autóctonas (carballos, castiñeiros) y no depender solo de eucaliptos y pinos.
- Impulsar la bioenergía. Aprovechar la biomasa del monte para producir calor en edificios públicos o industrias locales.
- Quemas controladas. Hacerlas de forma planificada en invierno para reducir combustible y evitar incendios descontrolados en verano.
- Cumplir las franjas de seguridad. Asegurar que las casas tengan su perímetro limpio de maleza, con apoyo económico para quienes no puedan costearlo.
Un reto de futuro inmediato
El problema de los incendios no se resolverá con más helicópteros ni más brigadistas. Galicia necesita un cambio en el uso del suelo, que combine agricultura, ganadería y monte gestionado. Solo así el fuego dejará de ser cada verano una amenaza que arrasa aldeas, paisajes y vidas enteras.
La solución está en devolver actividad al rural, en hacer que mantener limpio y cuidado el monte sea rentable, y en crear un territorio diverso que no se convierta en un continuo de combustible.