Cajón desastre

¿Sabes por qué ahora hay tantos incendios y antes no?

Durante estos días, la ciudadanía gallega se pregunta por qué los incendios forestales parecen multiplicarse cada verano.

La frase “antes no había tantos fuegos” se repite en conversaciones de bar, en las aldeas y en las redes sociales.

¿Sabes por qué ahora hay tantos incendios y antes no?

Pero ¿es cierta esta percepción? La respuesta es compleja: sí había incendios, pero no con la magnitud, la frecuencia ni las consecuencias devastadoras que hoy sufrimos.

¿Sabes por qué ahora hay tantos incendios y antes no?

El pasado: menos riesgo, más territorio cuidado

Hasta hace apenas medio siglo, el monte formaba parte esencial de la vida cotidiana. La población rural era mayoritaria y utilizaba el bosque de forma constante: recogía leña, pasto, resina, setas y frutos. La limpieza del monte no era una política pública, sino una práctica diaria que garantizaba el abastecimiento energético y alimenticio de las familias.

Los incendios, cuando se producían, solían tener un origen natural —tormentas secas o rayos— o estaban vinculados a quemas agrícolas controladas. Eran menos intensos porque la acumulación de biomasa era mucho menor: no había tanto combustible disponible.

La gran transformación: éxodo rural y abandono del monte

El cambio comenzó en los años 60 y 70, con el éxodo rural hacia las ciudades o al extranjero. Miles de aldeas quedaron semivacías y los montes dejaron de explotarse de forma tradicional. Sin pastoreo ni recogida de leña, la maleza creció sin control.

A ello se sumó la repoblación masiva con especies de crecimiento rápido como el eucalipto y el pino, que aumentan la rentabilidad económica pero multiplican la vulnerabilidad al fuego. La suma de abandono y monocultivos ha creado un paisaje altamente inflamable.

Hoy: más calor, más biomasa, más incendios

En la actualidad, el cambio climático ha añadido un factor que antes no existía con tanta intensidad: las temperaturas extremas y las sequías prolongadas. Galicia y otras regiones del noroeste peninsular registran olas de calor cada vez más frecuentes, lo que seca la vegetación y convierte los montes en auténticos polvorines.

Los incendios ya no son pequeños fuegos que se apagan con rapidez: son megaincendios capaces de arrasar miles de hectáreas en cuestión de horas, difíciles de controlar incluso con todos los medios disponibles.

El papel humano: imprudencias e intereses

No se puede obviar que buena parte de los incendios tienen origen humano. Desde negligencias como una quema mal apagada o una colilla mal tirada, hasta intereses económicos vinculados al cambio de uso del suelo. La intencionalidad sigue siendo un factor recurrente, aunque nunca exclusivo.

Entonces, ¿por qué ahora parecen imparables?

La diferencia fundamental es que antes el monte estaba vivo, habitado y cuidado. Ahora, en buena parte del territorio, está abandonado y sometido a presiones externas (clima, urbanismo, plantaciones intensivas) que lo hacen más vulnerable que nunca.

El debate sobre por qué “antes no había incendios” debería transformarse en una reflexión colectiva: ¿qué modelo de territorio queremos? Sin una política forestal integral y sin devolver vida al rural, los incendios seguirán siendo un problema estructural cada verano.

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