El Día Internacional contra el Acoso y la Violencia Escolar, que se conmemora cada primer jueves de noviembre, pretende visibilizar una de las problemáticas más persistentes del ámbito educativo: la intimidación entre iguales.
Aunque la conciencia social ha crecido en los últimos años, los datos siguen siendo preocupantes.
El acoso y la violencia escolar, una realidad que no desaparece
Según los últimos informes de UNESCO y UNICEF, uno de cada tres estudiantes en el mundo ha sufrido algún tipo de acoso escolar. En España, la Fundación ANAR advierte de un aumento de las denuncias por ciberacoso y agresiones verbales en redes sociales, que amplifican el sufrimiento de las víctimas más allá de las aulas.

Una violencia que adopta muchas formas
El acoso escolar —también conocido como bullying— no siempre se presenta de manera evidente. Puede ser verbal, físico, psicológico o digital, y suele prolongarse durante largos periodos, afectando gravemente a la salud mental de quien lo sufre.
El ciberacoso, en particular, ha cobrado protagonismo tras la pandemia. Plataformas de mensajería y redes sociales se han convertido en escenarios donde el anonimato facilita insultos, difamaciones o la difusión de imágenes humillantes.
“El acoso ya no termina al salir del colegio; ahora continúa en el móvil, las 24 horas del día”, alerta la psicóloga infantojuvenil Laura Fernández, especialista en convivencia escolar.
Las consecuencias: heridas que no siempre se ven
Las víctimas de acoso suelen desarrollar ansiedad, depresión, bajo rendimiento académico e incluso ideas suicidas. Sin embargo, los expertos recuerdan que el daño no afecta solo a quien sufre, sino también a los agresores y a quienes callan por miedo o indiferencia.
“Combatir el acoso escolar implica trabajar con todo el grupo, no solo con la víctima o el acosador. La clave está en educar en empatía y en la responsabilidad compartida”, explica Fernández.
Educación emocional y acompañamiento, claves para la prevención
Cada vez más centros educativos ponen en marcha planes de convivencia, mediación escolar y programas de educación emocional. Estas estrategias buscan que el alumnado aprenda a reconocer, gestionar y expresar emociones de forma sana, reduciendo comportamientos violentos.
En Galicia, por ejemplo, la Xunta impulsa el Plan de Benestar e Convivencia Escolar, que ofrece formación a docentes y protocolos de actuación ante casos de acoso. En otras comunidades, proyectos como “Cibermentores” o “Aulas por la convivencia” fomentan que los propios estudiantes sean parte activa de la solución.
La familia, primer frente de detección
El papel de las familias es fundamental. Cambios bruscos de comportamiento, rechazo a ir al colegio, pérdida de objetos personales o aislamiento social pueden ser señales de alarma.
Los especialistas recomiendan escuchar sin juzgar, mantener la calma y acudir a los responsables del centro para activar los protocolos adecuados.
La colaboración entre escuela, familia y administración resulta esencial para erradicar el problema. No basta con castigar: se trata de reeducar y acompañar para romper el círculo de la violencia.
Un compromiso de todos
El Día Internacional contra el Acoso y la Violencia Escolar no es solo una fecha simbólica. Es una llamada colectiva a construir espacios educativos seguros, donde cada estudiante pueda desarrollarse sin miedo.
Porque prevenir el acoso no es tarea exclusiva de los docentes o de las instituciones: es una responsabilidad social compartida, que empieza con algo tan básico como mirar, escuchar y actuar.