El Domingo de Resurrección celebra la victoria de la vida sobre la muerte, núcleo del mensaje cristiano y símbolo universal de esperanza renovada.
En el calendario litúrgico cristiano, el Domingo de Resurrección ocupa el lugar más alto, más allá incluso de la solemnidad de la Navidad.
Domingo de Resurrección: significado, símbolos y tradiciones
Es la culminación de la Semana Santa, el desenlace glorioso tras el dolor del Viernes Santo, cuando el silencio del sepulcro se quiebra con el anuncio de que Cristo ha resucitado. La piedra ha sido retirada. El mundo, transformado.
Esta festividad no solo representa el regreso a la vida del Hijo de Dios, sino también la promesa de una nueva humanidad. En pueblos y ciudades, la Resurrección se celebra con alegría manifiesta: suenan las campanas, se alzan los cirios pascuales y se abren las puertas de los templos como símbolo de renovación.
De la liturgia a la calle
En muchos rincones de España, el Domingo de Resurrección se traduce en procesiones donde el Cristo Resucitado se encuentra con la Virgen, ya sin manto negro. En Ourense, por ejemplo, las cofradías realizan actos en los que la solemnidad da paso a la luz. El incienso deja de oler a duelo. Los pasos se visten de blanco y dorado, el público aplaude. La música cambia de tono: los tambores ya no lloran, anuncian júbilo.
En la tradición popular, también hay huellas de esta renovación: los antiguos se vestían con sus mejores galas, se compartían comidas especiales y se visitaban familiares. Era tiempo de perdón, de abrazos largos, de reconciliación.
Una llamada simbólica
Más allá de lo religioso, el Domingo de Resurrección resuena como un eco antiguo en todas las culturas que celebran el retorno de la luz. Coincide con la primavera en el hemisferio norte: el sol calienta, los campos reverdecen, la vida se asoma otra vez por los rincones adormecidos del invierno.

Resucitar no solo significa volver de la muerte. También puede ser levantarse del abatimiento, creer otra vez en algo, reencontrar la fuerza. Es el día en que la fe se hace visible, pero también la esperanza.
Epílogo de una semana sagrada
Después de días marcados por el recogimiento, el Domingo de Resurrección ofrece un giro de sentido. La tristeza cede al gozo. En palabras del papa Francisco, “no estamos solos: Jesús ha vencido al pecado y a la muerte, y nos invita a resucitar con Él”.
En tiempos inciertos, esta celebración recuerda que el final no es la oscuridad, sino la luz. Que incluso cuando todo parece perdido, algo puede renacer. Que el amor no muere. Y eso —crea uno o no en la Resurrección— siempre será una buena noticia.