La figura de Jesús de Nazaret trasciende los límites de la historia, la religión y la cultura.
Nacido en una aldea marginal del imperio romano hace más de dos mil años, su vida y mensaje han modelado la espiritualidad de gran parte del mundo.
Jesús de Nazaret, profeta, mesías y símbolo universal
Como creador y eje central del cristianismo, Jesús no solo dio origen a una de las religiones más influyentes, sino que también dejó una huella imborrable en la filosofía, el arte, la ética y la política de Occidente.
Un predicador en Galilea
Jesús, también llamado el Cristo —del griego christós, “ungido”—, nació en la región de Judea, probablemente entre los años 6 y 4 a.C. Aunque los Evangelios, sus principales fuentes biográficas, combinan historia, fe y mensaje teológico, es posible reconstruir algunos aspectos de su vida. Era hijo de María, y fue criado en Nazaret, una aldea humilde del norte de Palestina. Hacia los treinta años inició su predicación itinerante, centrada en el anuncio del “Reino de Dios”, la necesidad de una conversión interior, el amor al prójimo y la justicia como expresión de la voluntad divina.
Su mensaje, dirigido especialmente a los marginados, incluía gestos de sanación y parábolas que desafiaban las normas religiosas establecidas. Esta radicalidad, unida a su creciente popularidad, provocó la reacción de las autoridades religiosas y romanas, que lo condenaron a morir en la cruz. Sin embargo, sus seguidores proclamaron su resurrección y difundieron su mensaje por todo el Mediterráneo. Así nació el cristianismo.
Fundador y mesías
Para los cristianos, Jesús no es solo un maestro o profeta: es el Hijo de Dios encarnado, el Salvador del mundo, el Mesías prometido por las Escrituras hebreas. Su muerte se interpreta como un acto redentor por la humanidad, y su resurrección como prueba de su divinidad. Los dogmas fundamentales del cristianismo —la Trinidad, la encarnación, la salvación— giran en torno a su figura.

Su influencia es inconmensurable. Más allá de la fe, Jesús ha sido una fuente inagotable de inspiración para pensadores, artistas, escritores y reformadores sociales. Desde san Agustín hasta Tolstói, desde Giotto hasta Bach, su figura ha suscitado miles de interpretaciones: el Cristo sufriente, el libertador de los pobres, el revolucionario pacífico, el juez escatológico, el maestro de sabiduría.
Jesús en otras religiones
Pero Jesús no pertenece solo al cristianismo. Otras grandes religiones también lo reconocen, aunque desde perspectivas distintas.
En el islam, Jesús (Isa) es uno de los profetas más importantes, nacido milagrosamente de la virgen María y portador de la Palabra de Dios. Se le considera el Mesías prometido, aunque no como hijo de Dios. Según el Corán, no murió en la cruz, sino que fue elevado al cielo por Alá, y regresará al final de los tiempos como juez justo.
El judaísmo, por su parte, no lo acepta como Mesías ni como profeta, pero reconoce su existencia histórica y su papel en el contexto del judaísmo del Segundo Templo. Para muchos pensadores judíos, Jesús fue un maestro carismático, posiblemente vinculado a movimientos como los fariseos o los esenios.
En ciertas corrientes del hinduismo y del budismo, Jesús ha sido adoptado simbólicamente como un avatar divino o como un sabio iluminado, comparable a Buda o Krishna. Su figura ha despertado gran interés en el diálogo interreligioso contemporáneo, donde es visto como puente entre religiones.
Más allá de la fe
Hoy, en un mundo cada vez más secularizado, la figura de Jesús sigue interpelando. Ya no solo como objeto de fe, sino como símbolo universal de compasión, resistencia ante la injusticia y esperanza en medio del dolor. Su mensaje de amor radical continúa desafiando las lógicas del poder y del egoísmo.
Jesús de Nazaret no fue emperador ni escribió libros. No dejó otro legado que su palabra, su vida y la memoria de quienes lo siguieron. Y, sin embargo, cambió el curso de la historia. Su voz aún resuena, no solo en las iglesias, sino en los rincones más inesperados del alma humana.