Hace ya dos años desde que el escritor friolense Jordi Cicely publicó su primera novela «Mariela envenena mis sueños» (Editorial Fanes), momento que coincidió cuando se encontraba trabajando y viviendo en Celanova.
«Mariela» se escribió bajo la visión obsesiva del perfeccionamiento lírico propio de Brian Wilson y la prosa espontánea de ritmos intensos que bebió de Jack Kerouac.
Fueron bajo los cielos nubosos y grises del sur de Londres, donde en cinco noches eléctricas Cicely vomitó una historia real que quería contar a todo el mundo sin importarle las consecuencias.
Con un ritmo que compagina la velocidad narrativa y los cambios de ritmo, acompaña a la historia una sensibilidad extrema que va tiñendo de colores ocres las vivencias erráticas y erróneas de un protagonista aspirante a escritor llamado Jairo y que se ha hundido en el fango de la desesperación y la depresión, causada ésta, por la marcha de un amor escurridizo que encarna una uruguaya que se presenta en forma de recuerdos nostálgicos y que responde al nombre de Mariela.
«Dos años de Mariela, la vida después de un adios»
El realismo crudo y directo que antes de dirigirse al corazón, hace una parada en las entrañas, no es más que el sentimiento de opresión que ha acompañado a Cicely buena parte de su vida, al padecer una ansiedad que solo ha logrado calmar con ansiolíticos y la escritura de historias emocionales e intensas como la que nos narra, en la que perdedores y perdidos, anhelan encontrarse con algo o alguien que les haga sentirse ganadores de momentos que quedarán para siempre en sus melancólicas vidas y en los que poco importa romper las bases de esta sociedad políticamente correcta con el comportamiento y los pensamientos de sus protagonistas ante el deleite y regocijo de su autor. Un cuento que quiso incomodar.
Y en una obra como esta, que tiene su punto fuerte en las descripciones, muchas de las cuales creando emociones más propias de escritores experimentados. Llama la atención, el retrato minucioso del paisaje bucólico de las playas y los pueblos de Cuba, donde transcurre esta aventura emocional y que sin embargo, a Jairo no le hace sentir el calor propio del Caribe, porque el frío que arrastra de su corazón resquebrajado en mi pedazos, pesa más que el aire sofocante que respira con olor a mujer.
Con este tumulto de características expuestas, sólo cabía esperar que «Mariela envenena mis sueños», se convirtiese en el éxito de ventas y crítica con el que se paseo por Galicia, algo difícil de conseguir por una historia ¿romántica? en los tiempos de la novela negra y sin embargo ocurrió. La marcha de Mariela fue el comienzo, no el final. Hay mucha vida después del desamor.