Cajón desastre

El Milagro del Día de Navidad

El Milagro del Día de Navidad – continuación de «La Magia del Puente Romano«.

A la mañana siguiente, Ourense despertó con un aire especial. Las calles, aún iluminadas por las decoraciones navideñas, parecían más vivas que nunca.

El Milagro del Día de Navidad

En casa de los Figueroa, los niños se levantaron temprano para abrir los pocos regalos que había bajo el árbol. Pero cuando María abrió la puerta para recoger el periódico, encontró un gran cesto de mimbre lleno de alimentos, juguetes y ropa abrigada, junto con otra nota que decía: “Para la familia que iluminó nuestra noche”.

María, emocionada, llamó a Ramón, quien se quedó sin palabras. Los niños, al ver los regalos, comenzaron a saltar de alegría. —¿Quién habrá hecho esto?— preguntó Diego, inspeccionando el cesto.

Lucía sonrió. —Tal vez fue el Puente Romano. Mamá dice que cumple deseos, ¿no?

Ese día, los Figueroa decidieron compartir su buena fortuna con los vecinos. Prepararon una gran merienda comunitaria en el patio del edificio, donde cada quien trajo algo para compartir. La estrella dorada de don Gregorio presidía la reunión, colocada en el centro del patio como un símbolo de unión y esperanza.

Don Gregorio, conmovido, levantó su copa de vino.

—Gracias a todos por devolverme la fe en la Navidad. Hoy, en este patio, he encontrado una nueva familia.

Los vecinos aplaudieron, y Ramón respondió:

—Somos nosotros los que agradecemos tenerlo aquí, don Gregorio. La Navidad es más brillante cuando se comparte.

Esa Navidad en Ourense quedó grabada en la memoria de todos como un ejemplo de cómo los lazos de comunidad y generosidad pueden transformar incluso los momentos más difíciles en algo mágico.

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