Tenemos más miedo a una multa que a la muerte si observamos el momento actual de la pandemia en Ourense. En realidad, se podría hacer extensible a toda España pues lo que todos vemos, nadie es capaz de echarle el lazo.
Se frenó la segunda ola
Con mucho esfuerzo y sacrificios, en los meses de octubre y noviembre se consiguió frenar y reducir el número de contagios que se produjeron en Ourense. La segunda ola de la pandemia era algo que se anunciaba desde junio y que nadie en varios meses supo evitar.
Sucede que en cuanto la situación mejora un poco, nos relajan las normas y nosotros nos relajamos más. Los que gobiernan no se atreven a tomar medidas y apelan a la responsabilidad ciudadana. Por desgracia, ya sabemos como acaba esa historia.
Ourense entra en la tercera ola
La mayoría de la población ha ofrecido un comportamiento ejemplar durante todos estos meses. Han aceptado las normas, han sido cautos y han pensado en la salud como bien común de la comunidad de la que forman parte.
Pero asociada a esa responsabilidad mayoritaria, aflora un pequeño porcentaje de saboteadores que sistemáticamente incumplen las medidas sanitarias. Personas con un ego lo suficientemente grande para anteponer cualquier capricho por encima incluso de su propia salud.
Decían hace unos días en un programa de televisión que tenemos más miedo a una multa que a la muerte y no le falta razón. Sabemos que si incumplimos normas nos sancionan pero si incumplimos recomendaciones confiamos en que a nosotros nunca nos pasará nada, hasta que pasa.
Ourense acumula varios días de ligero ascenso de casos activos. La ciudad de Ourense lleva 11 días continuados de incremento tras haber reducido su lista de contagiados de forma notable con mucho esfuerzo. La Provincia de Ourense también sube la lista de casos activos para alcanzar los 489 en la actualidad.
Hora de tomar decisiones valientes
Los próximos días pueden ser cruciales, podemos asistir a la continuidad de ese ligero aumento o podemos ver una explosión de contagios que no podremos parar. Toca tomar decisiones y quizás cada día que pasa sea una oportunidad perdida. Nadie está dispuesto a renunciar a nada y perdemos esa sensatez que se nos pide.
Quizás ha llegado el momento de pedir a los que gobiernan, a sus asesores y a los expertos que hagan su trabajo. Que se anticipen al virus y tomen medidas antes de entrar en una nueva ola que suponga la pérdida de nuevas vidas. Nos hemos acostumbrado a cifras de fallecidos que rondan las 200 víctimas diarias y es posiblemente, el naturalizar esos datos, el primeros de los errores.