6 buenos hábitos que nos ha traído la pandemia
Los buenos hábitos son una cosa como que muy trillada ya; al menos, eso creíamos hasta hace algo así como un año.
La última pandemia que ha sacudido a la humanidad nos ha traído ciertas costumbres que, aunque ya conocíamos, quizá los occidentales teníamos un poco apartadas.
6 buenos hábitos que nos ha traído la pandemia
Aquí tienes esos 6 hábitos que nos recuerdan que, prevenir enfermedades y su transmisión no requiere demasiado esfuerzo.
Lavado de manos
¡Qué cosa más obvia! ¿no? Pues sí. No obstante, todavía tenemos que insistir un poco más en tenerlo presente. No quiere decir que se convierta en una obsesión, pero sí que hay momentos clave en los que hacer esta práctica nos va a librar de más de un catarro o gastroenteritis. No todo es COVID-19, ¿verdad?
- Cuando llegamos de la calle
- Antes de comer
- Después de ir al baño
- Después de hacer limpieza.
Sabemos que está muy de moda el uso de geles hidroalcohólicos, pero es preferible el uso de agua y jabón neutro siempre que se pueda. A ver si por excedernos en su uso nos cargamos el PH de la piel de nuestras preciadas manos.
Zapatos fuera
A ver… Tampoco fuera de casa. En la entrada es suficiente. Además, ya sabemos que es innecesario desinfectar las suelas de los zapatos. A estas alturas, todos podemos estar tranquilos, pues es muy improbable que ciertos patógenos se escondan en nuestras suelas para asaltarnos de noche y colarse en nuestro cuerpo.
Dejando las bromas a un lado, el sentido común (que a veces es el menos común de todos) nos dice que lo más conveniente es usar calzado apropiado para cada ocasión. Es decir: calzado de calle en la calle, calzado de casa en casa. Eso incluye esos calcetines antideslizantes tan chulos y calentitos que nos hacen la vida más confortable en el hogar.
Atención a los síntomas
Esta pandemia nos ha traído, además de una sacudida de realidad (muerte, ruina y auténticas tragedias), la vuelta a la introspección. Con esto nos referimos al ejercicio de mirar dentro de nosotros mismos y chequear nuestro estado, a nivel emocional y también físico.
Este momento traumático, tremendamente significativo para nosotros como especie, hace que salten nuestros instintos de autoprotección, empezando por nuestro propio organismo.
¿Cómo te has levantado hoy? ¿Te dolía la cabeza? ¿O quizá notas tu nariz congestionada? Antes de vivir esta pandemia, tal vez no le dabas tanta importancia. Ahora sabes que estar atento a tus síntomas puede servir para atajar posibles complicaciones.
Aislamiento para evitar transmisibilidad
Cuando enfermamos, es muy común que el cuerpo nos pida cama, sopitas calientes y largas siestas a solas. Esta es otra de esas cosas obvias en las que poco habíamos pensado hasta el momento.
Cuando caemos enfermos, nos autoaislamos para estar tranquilos, descansar y recuperarnos. Pero, ¿es esta la única razón por la que nos aislamos? La respuesta es NO.
El ser humano, al igual que otras especies, tiene una serie de instintos que garantizan la supervivencia del individuo, pero también del grupo al que pertenece. En la actualidad, cuando nos aislamos, por presentar síntomas o incluso solo por prevención, estamos, no únicamente velando por nuestra salud, sino por la de toda nuestra especie.
El uso de la mascarilla
La mascarilla, para nosotros, los occidentales, es un auténtico descubrimiento a nivel usuario. Nos estamos haciendo unos expertos. Es un utensilio ideal para evitar la transmisibilidad. Si vas a China, Japón o Corea del sur, verás que su uso está muy extendido desde siempre. Se trata de un uso tan normalizado que hasta es considerado síntoma de respeto hacia los demás. Es cultural.
Si tienes un catarro o una gripe, es poco respetuoso e higiénico compartir espacio con los demás sin llevar puesta la mascarilla. «Es lógico», pensaréis. Pues, bien. Ahora pensemos en los hábitos que teníamos en occidente antes del uso de mascarilla.
¿Ha venido la mascarilla para quedarse? Es probable que sí y no. Quizá en un futuro solo la usemos cuando hay índices de contaminación elevados, o cuando presentemos síntomas catarrales; incluso para evitar las tan sufridas alergias de tipo respiratorio.
La buena ventilación
Esta es una de las medidas reina, junto con la desinfección.
El aire entra por nuestra nariz, por nuestra boca y conecta con nuestros pulmones, que lo filtran y expulsan.
Si imaginamos que el aire es agua, nuestro sistema respiratorio es algo así como la depuradora que filtra y expulsa el agua restante, con residuos de nuestro interior. Ahí va CO2 y restos de patógenos que otras personas pueden incorporar a su respiración.
Da un poco de cosilla, ¿no? Pues imagínate si el compartimiento de agua no se renueva con agua nueva. Sería como cuando en la pecera el filtro no da más de sí y acabas nadando e ingiriendo agua contaminada. La ventilación funciona como si renovásemos el agua de esa pecera de forma regular para conservarla limpia y libre de patógenos.
La pandemia nos ha recordado: ¡Oye! cuídate de los sitios cerrados y mal ventilados, airea la casa a menudo y te ahorrarás, no sólo infecciones, sino muchos dolores de cabeza. Da paseos al aire libre, evita sitios con excesiva concentración de contaminantes.
Estos son los 6 buenos hábitos que, si bien no todos eran tan desconocidos, quizá sí teníamos un poco minusvalorados. El tsunami de la pandemia ha arrasado, pero también ha traído sedimentos que, quizá ya se quedarán para siempre en nuestras vidas.