¿Verdaderamente es necesario el humor que ofende? Artículo del escritor Mario González Sánchez.
El humor es una de las formas más antiguas y universales de expresión humana. Durante siglos, la capacidad de hacer reír a los demás ha sido valorada tanto en la sociedad como en la cultura popular.
¿Verdaderamente es necesario el humor que ofende?
Durante las campanadas de fin de año, una humorista mostró a la cámara una imagen a modo de estampa que había modificado con la vaquilla del juego de «Grand Prix». Este gesto generó una oleada de reacciones. La pregunta es inevitable: ¿realmente es necesario recurrir a este tipo de espectáculos para generar polémica o, en el mejor de los casos, provocar una carcajada?
Hacer reír a una audiencia requiere una destreza particular: la combinación de timing, agudeza, conocimiento del contexto y, por encima de todo, una sensibilidad para reconocer que puede hacer reír sin causar daño. Lograr sacar una sonrisa en un momento preciso o, mejor aún, lograr que una multitud estalle en una carcajada genuina, es un arte que muy pocos dominan.
Los grandes de la comedia española
A lo largo de la historia de la comedia española, muchos han sido los artistas que han alcanzado el reconocimiento por su habilidad para hacer reír sin necesidad de recurrir a la ofensa. Humoristas como Gila, Tip y Coll, Eugenio, Lina Morgan, Tony Leblanc, Quique San Francisco y tantos otros, se ganaron un lugar en los corazones de los españoles, no solo por su talento, sino por la capacidad de generar un tipo de humor que no atacaba a ningún colectivo ni se basaba en la humillación del otro.
Hoy en día, los cómicos y humoristas parecen haber optado en muchos casos por otro tipo de humor, aquel que desafía los límites y que no duda en cruzar fronteras y, en ocasiones, pisar sobre sensibilidades que antes quedaban fuera de este tipo de espectáculos. Y en este escenario, la polémica se convierte, en ocasiones, en la moneda de cambio. La pregunta es inevitable: ¿realmente necesitamos que el humor se alimente de la controversia? ¿Es necesario que el chiste o la broma estén siempre en el filo de la navaja, listos para ofender a alguien para poder llamar la atención?
Lo cierto es que este tipo de humor se ha convertido en un fenómeno habitual en la televisión, en las redes sociales y en los escenarios de comedia. La línea entre lo gracioso y lo ofensivo se ha difuminado. Es un juego arriesgado, ya que muchos humoristas recurren a las bromas que se perciben como provocadoras o transgresoras. ¿Es necesario hacer humor a costa de los sentimientos ajenos?
En un panorama donde el humor parece más basado en la polémica que en la risa auténtica, es reconfortante recordar a los grandes maestros de este género que marcaron una época. Gila, Tip y Coll, Eugenio, Lina Morgan, Tony Leblanc o Quique San Francisco, entre otros, son nombres que siguen siendo referencia para generaciones pasadas y presentes. Lo que los distinguió fue su capacidad para hacer reír sin necesidad de recurrir a la crítica destructiva ni a la burla cruel. Su humor era limpio, directo, inocente en su mayoría, pero cargado de una ironía que invitaba a la reflexión sin necesidad de ir más allá.
Estos grandes cómicos no solo hicieron reír a un público diverso, sino que lograron conectar con él a través de un lenguaje común y accesible. No necesitaban ofender ni excluir a nadie para conseguir su propósito: hacer reír.
Un humor en constante evolución
Es cierto que el humor está en constante evolución. La sociedad cambia, las sensibilidades se transforman y lo que en una época era aceptable, en otra puede ser considerado inapropiado o incluso ofensivo. Pero ello no significa que deba perder su esencia: la capacidad de unir, de hacernos ver la vida desde una perspectiva diferente y, sobre todo, de hacernos reír sin necesidad de que alguien se sienta menospreciado o atacado.
En un mundo cada vez más polarizado, la figura del humorista adquiere una nueva responsabilidad. Ya no basta con hacer reír por hacer reír, sino que se requiere una reflexión más profunda sobre las consecuencias de las bromas y los chistes. El humorista debe ser consciente de que sus palabras y su arte tienen el poder de influir en la sociedad, de fortalecer o quebrantar ciertos valores. El reto está en encontrar el equilibrio entre la transgresión y el respeto, entre la risa genuina y la burla gratuita. En este contexto, es importante preguntarnos: ¿realmente necesitamos un humor que ofenda para divertirnos?
Los grandes maestros del humor demostraron que la risa auténtica no requiere de la humillación del otro. Hoy más que nunca, es fundamental recuperar ese tipo de humor que no solo busca hacer reír, sino también respetar las sensibilidades de los demás. Un humor que no solo divierta, sino que también inspire, conmueva y, sobre todo, haga pensar.
Mario González Sánchez, escritor.